POR: BILL BARROW AND MICHAEL WARREN
ATLANTA (AP) — La ex primera dama Rosalynn Carter, la consejera más cercana de Jimmy Carter durante su único mandato como presidente de Estados Unidos y sus cuatro décadas subsiguientes como humanitarios mundiales, falleció el domingo. Tenía 96 años.
El Centro Carter informó en un comunicado que Rosalynn Carter murió después de vivir durante varios meses con demencia y sufrir quebrantos de salud. El comunicado agregó que “murió pacíficamente, con familia a su lado” a las 2:10 de la tarde en su hogar en la comunidad rural Plains, en el sur de Georgia.
“Rosalynn fue mi socia igualitaria en todo lo que logré”, afirmó Jimmy Carter en el comunicado. “Me dio consejos sabios y aliento cuando lo necesitaba. Mientras Rosalynn estuvo en el mundo, siempre supe que alguien me amaba y me apoyaba”.
Jill Biden, en un evento en la Estación Aérea Naval en Norfolk, Virginia, dijo que tenía que “comenzar esto con el triste anuncio” de la muerte de Rosalynn Carter.
“Ella era conocida por sus esfuerzos en materia de salud mental, cuidados y derechos de las mujeres. Así que espero que durante las vacaciones incluyan a la familia Carter en sus oraciones”, dijo.
Habló en un hangar donde ella y el presidente Joe Biden planean asistir a una cena anticipada de Acción de Gracias con miembros de las fuerzas militares y sus familias.
Los Carter estuvieron casados más de 77 años, forjando lo que ambos describieron como una “sociedad completa”. A diferencia de muchas primeras damas previas, Rosalynn estaba presente en las reuniones de gabinete, expresaba su opinión sobre temas polémicos y representaba a su esposo en viajes en el extranjero. Asistentes del presidente Carter con frecuencia se referían a ella en privado como la “copresidenta”.
“Rosalynn es mi mejor amiga… una extensión perfecta de mí, probablemente la persona más influyente en mi vida”, dijo Jimmy Carter a sus asistentes durante sus años en la Casa Blanca, de 1977 a 1981.
Extremadamente leal y compasiva, así como políticamente astuta, Rosalynn Carter se enorgullecía de ser una primera dama activista, y nadie dudaba de su influencia tras bambalinas. Cuando se dio a conocer su participación en una muy publicitada reestructuración del gabinete, se vio obligada a declarar públicamente: “Yo no dirijo el gobierno”.
Muchos asistentes presidenciales insistían que tenía mejores instintos políticos que su esposo. Con frecuencia pedían su apoyo para un proyecto antes de discutirlo con el presidente. Su voluntad de hierro contrastaba con su comportamiento aparentemente tímido y su suave acento sureño, inspirando a los reporteros de Washington a llamarla “la Magnolia de Acero”.
Los dos Carter reconocieron años después que Rosalynn siempre fue la más política de los dos. Tras la aplastante derrota de Jimmy Carter en 1980, fue ella, y no el expresidente, quien contempló un regreso inverosímil y, años después, confesó que extrañaba su vida en Washington.
A lo largo de la carrera política de su esposo, ella eligió la salud mental y los problemas que enfrentan los adultos mayores como su énfasis político característico. Cuando los medios no cubrieron esos esfuerzos tanto como ella creía que era necesario, criticó a los periodistas por escribir sólo sobre “temas sexys”.
Como presidenta honoraria de la Comisión Presidencial sobre Salud Mental, testificó una vez ante un subcomité del Senado, convirtiéndose en la primera dama desde Eleanor Roosevelt en dirigirse a un panel del Congreso. Regresó a Washington en 2007 para presionar al Congreso para que mejorara la cobertura de salud mental y dijo: “Hemos estado trabajando en esto durante tanto tiempo que finalmente parece estar a nuestro alcance”.
Después de dejar Washington, Jimmy y Rosalynn cofundaron el Centro Carter en Atlanta para continuar su trabajo. Presidió el simposio anual del centro sobre problemas de salud mental y recaudó fondos para ayudar a los enfermos mentales y a las personas sin hogar. También escribió “Ayudarse a ayudar a otros”, sobre los desafíos de cuidar a familiares ancianos o enfermos, y una secuela, “Ayudar a alguien con una enfermedad mental”.